Desde Razón Pública redactan el siguiente artículo:
El doping: ¿delito, falacia o hipocresía?
El prohibir a la delegación rusa que compita en los Olímpicos de Invierno 2018, la detección de doping por parte del ciclista británico Cristopher Froome y la sanción por un año al futbolista peruano Paolo Guerrero por consumo de cocaína, son la punta del iceberg de una práctica común en el deporte de alto rendimiento: el uso métodos fraudulentos con el fin de obtener la victoria. Esta situación suscita muchas preguntas respecto de las causas del fenómeno.
En relatos que datan de tiempos homéricos se registra el uso de extractos de plantas, infusiones, comidas y rituales que ayudaban a los deportistas a vencer a sus rivales. Algunos alimentos como los testículos de animal, piel de sapo, ciertas especies de hongos y carnes dependían de la especialidad deportiva: la carne de cabra para saltadores, de toro para lanzadores y boxeadores y de cerdo para luchadores. Estos son apenas algunos ejemplos, citados por atletas de fama milenaria como el luchador Milón de Crotona.
Sin embargo hablar de doping antes del siglo veinte es un anacronismo, pues este concepto nace con el deporte moderno y es un correlato de su sofisticación. Así como los reglamentos deportivos buscan preservar la integridad de los adversarios en competencia, también procuran la igualdad de condiciones entre los partícipes; objetivos que se sintetizan en el más alto principio del deporte moderno: el juego limpio.
Este principio se plasmó en una serie de medidas para evitar desequilibrios en las competencias. Tal es el caso de la división en categorías -por sexos, rangos de edad, peso- y el de los controles a las sustancias que atentaran contra la paridad de los deportistas durante sus disputas.
Sin embargo esos controles son cada vez más insuficientes, dado que los desarrollos científicos y tecnológicos de las empresas deportivas y de sus laboratorios asociados van siempre uno o dos pasos adelante de los protocolos de detección y de la propia legislación deportiva. Conceptos como “doping tecnológico” y “doping genético” son dos nuevas modalidades sobre las cuales apenas ahora se está legislando y diseñando mecanismos de control.
Si en el mundo del deporte el doping es usado para mejorar el rendimiento, es válido preguntar qué tanto esa práctica es común entre todos nosotros ¿acaso no acudimos con frecuencia a diferentes métodos para mantener la buena salud y mejorar nuestro rendimiento? Los analgésicos, los psicotrópicos y los afrodisiacos son apenas algunos ejemplos.
Es común el uso de la cafeína para optimizar el trabajo, o el uso del alcohol, la nicotina o bebidas energizantes para relajarse y prolongar la resistencia en actividades cotidianas. Pero lo que importa aquí es que se trata de un elemento ético: el uso del doping está prohibido cuando está en juego un reconocimiento.
Las pruebas de orina efectuadas a estudiantes candidatos para becas en Francia para rastrear estimulantes días previos a los exámenes; la vigilancia de suplantaciones en convocatorias de empleo y en pruebas de admisión en universidades públicas son otros ejemplos de “doping civil”.
El “doping económico” es más silencioso, eficaz y menos punible. Cuando observamos quiénes obtienen las becas para estudios internacionales, los mejores empleos y más posibilidades de bienestar en sus vidas, concluimos que no siempre son aquellos provenientes de clases populares.
Allí se observa con todo vigor una expresión del mundo del deporte: el hándicap. Quienes nacieron con mejor hándicap tienen chances de conseguir sus propósitos. Por contraste, los que vinieron al mundo con marcador adverso, deben remar más y aun así, eso no garantiza la satisfacción de sus anhelos.
Para leer completo este artículo, pueden ir al enlace de Razón Pública: https://www.razonpublica.com/index.php/cultura/10764-el-doping-delito,-falacia-o-hipocresía.html
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