Desde Semana de Colombia publican el siguiente artículo:
2017: El año en que las mujeres gritaron
Las mujeres están bravas. Sí, furiosas. Las mujeres han salido a hablar. No, a gritar. La ira es un sentimiento considerado poco femenino, desde tiempo inmemorial. Las mujeres deben ser cariñosas, gentiles, calmadas y, sobre todo, silenciosas. Todo lo que se salga de esa norma es considerado erróneo, fallido, poco agraciado y las más de la veces también loco e histérico. Pero en 2017 las mujeres decidieron no quedarse calladas y cómo en los años 60 y 70 se tomaron las calles, pero también las redes sociales y las conversaciones. #MeToo #YoTambien #NiUnaMenos #NiUnaMás #VivasNosQueremos #NiñasNoMadres #NoEsHoraDeCallar #WomensMarch #Pussyhat #ColombiaTieneEscritoras… Estos hashtags definieron muchas de las discusiones del año no solo en Twitter, sino en las mesas del desayuno, en las reuniones familiares, en los chats de WhatsApp y en las salas de redacción.
Tanto así que el diccionario Merriam-Webster experimentó un aumento del 70 por ciento en las búsquedas por el significado del término ‘Feminismo’ durante el año. La definición que ellos dan a la palabra es: “la teoría de la igualdad política, económica y social de los sexos” y “la actividad organizada para promover los derechos e intereses de las mujeres”. Por cuenta de todas las personas que entraron a la red a averiguar por el término, ‘Feminismo’ fue escogida como la palabra del año. Desde 2003 esta empresa dedicada al lenguaje anuncia en diciembre cual ha sido el vocablo que más interés generó durante los 12 meses anteriores. La palabra ganadora de 2017 había estado entre las 10 finalistas durante varios años consecutivos. Como una olla llena de leche sobre una estufa: calentó, hirvió y finalmente se regó.
El 21 de enero, un día después de la posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, se dio la “Marcha de las mujeres” (Women’s march) que se convirtió en la manifestación de un día más multitudinaria en la historia de ese país. El Washington Post calculó que participaron “entre 3,267,134 y 5,246,670 personas en Estados Unidos”. El New York Times dedujo que aproximadamente 500.000 personas salieron a marchar en Washington, epicentro del evento. Una multitud tres veces más grande que el número de asistentes a la posesión de Trump. También se registraron marchas en 50 estados del país norteamericano y en otros 50 países. El símbolo de aquel evento fue el ‘pussyhat’, un gorro en lana o tela rosada con orejas de gato que buscaba desafiar al nuevo presidente, en especial después de que durante la campaña se filtrara aquel escandaloso audio en el que decía que a las mujeres se les podía hacer cualquier cosa, incluso agarrarlas por el coño (“grab ‘em by the pussy”). Pussy, además de ser una expresión vulgar para referirse a la vagina, también significa gatito (‘pussycat’). Se unen las dos cosas y se crea una legión de cabezas rosadas, tendencia que se esparció por el mundo e inspiró a muchas feministas a retomar el arte del tejido, solo para poder hacerse su propio gorro.
La primera piedra había caído al agua, las olas comenzaban a formarse. Un sentimiento de apoyo, de sororidad, comenzó a esparcirse. La cultura y el entretenimiento ayudaron a alimentarlo. Actrices, cantantes y escritoras salieron a decir públicamente que eran feministas. “Ahora hay una noción mucho más atractiva a muchos niveles de una mujer feminista”, dijo a SEMANA la escritora colombiana Melba Escobar. “En mi caso me declaro feminista en la medida en que creo que ser feminista es considerar que las mujeres tenemos igualdad de derechos que los hombres e igualdad de condiciones. Y me parece difícil que una mujer en el siglo XXI no esté de acuerdo con esa premisa y con esa noción de feminismo”.
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