Desde su cuenta personal en Facebook, don Jaime Umaña publicó lo siguiente el día 4 de mayo de 2020:
EL PASEO HISTÓRICO POR EXCELENCIA.
En la actualidad, las calles de la gran ciudad se identifican por los números, pero en La Candelaria las calles conservan su nombre de hace más de cinco siglos. Los invito a dar un paseo por una calle en donde nuestros ojos podrán admirar los balcones, las puertas y las ventanas que son los mismas que observaron y amaron los virreyes, oidores, criollos, arzobispos, curas y monjes y hasta los sacristanes. Es la Calle 10. El paseo comienza en la Plaza de Bolívar que se encuentra rodeada por grandes edificios de importancia nacional: El Congreso Nacional, La Alcaldía Mayor de Bogotá, El Palacio de Justicia, La Catedral Primada de Colombia, La Capilla del Sagrario y .el Palacio Arzobispal y en el centro de la Plaza cientos de palomas, hombres, mujeres y niños y muchos turistas. Al subir por la calle 10 mirando hacia el cerro de Guadalupe se entra al primer tramo de la llamada calle de San Carlos.
Al costado sur encontramos la bella arquitectura del Colegio Mayor de San Bartolomé, la Plazoleta Rufino Cuervo, La Casa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, La Iglesia de San Ignacio, el Museo Colonial y la casa donde habitó Manuelita Sáenz. El segundo tramo llamado la Calle del Coliseo, conformado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Hotel La Ópera, el Teatro Colón y la Sinfónica de Bogotá en la casa donde nació Rafael Pombo. Pasamos al tercer tramo, para encontrar el Museo Militar donde se exhibe el vestuario y armamento del Ejército, la Fuerza Aérea y la Naval, la Biblioteca y Casa Eduardo Santos, la Casa Fundación Caja Social de Ahorros y la Fundación Galán para terminar con la casa ya conocía por Ustedes, la Sede que fue de Satán.
Un poco cansados por el ascenso y con el sudor en la frente llegamos a la Calle de la Fatiga para encontrar el Museo de Bogotá, hermosa casa santafereña, tres muy buenos restaurantes hasta encontrar la Fundación Gilberto Alzate Avendaño con exhibición permanente de obras artísticas y admirar una auténtica casa colonial con Teatro y Biblioteca, pero siempre respetando sus características históricas. Seguimos a la Calle de la Toma de Agua que fue el punto de abastecimiento de agua para la población aprovechando la altura para irrigar el precioso líquido a las viviendas de la parte baja. Hemos llegado al final del paseo, observando, dos cuadras arriba la imponente fachada de la histórica iglesia de EGIPTO.
LOS BAILES COLONIALES
En 1794 se autorizó por parte del virrey la celebración del Baile de Máscaras Los participantes permanecían hasta la madrugada. El disfraz era obligatorio y sólo se usaban dentro del recinto y con prohibición de fumar. No se aceptaba el uso de la indumentaria religiosa y a los hombres se les prohibía vestir de mujeres y viceversa. El repertorio para las danzas estaba constituido por las siguientes piezas musicales: el minué, el paspié, el amable, la contradanza, el fandango, el torbellino, la manta, el punto y la jota. Los bailes populares fueron el fandango y el bunde que antecedieron al bambuco.
DEVOCIONES.
Cierta vez, al aproximarse la cuaresma, un devoto padre de familia quiso indagar los logros de sus hijas en la enseñanza de la doctrina a la servidumbre y con voz firme preguntó a una de sus criadas: ¿Cuántos dioses hay? Siete, mi amo. Cómo que siete, replicó el patrón asombrado. Mire mi amo: Dios Padre, uno; Dios Hijo, dos; Dios Espíritu Santo, tres; tres personas distintas, seis y un solo Dios verdadero, Siete.
EL REMEDIO PARA EL FRÍO BOGOTANO.
Los frailes del Convento de la Iglesia de San Francisco acostumbraban a caminar por los fríos corredores que comunicaban con los de las iglesias de La Veracruz y la Tercera, más o menos, hacia las 4 de la tarde caminaban para encontrarse con otros novicios y en voz baja susurraban a sus compañeros si querían tomar las ONCES, ellos, contestaban con alegría ruidosa pero el novicio mayor solicitaba silencio para pronunciar en voz alta estas palabras: Nunca lo olviden. Onces letras tiene el AGUARDIENTE.
LAS CLASIFICACIONES DE LAS CRIADAS.
Por esas criadas de jabón y trenzas, suspiran hoy las familias de antiguo origen que no las tienen; y por ser una cosa imposible de conseguir dejemoslas con sus deseos y suspiros para ocuparnos de lo que en realidad existe: las criadas modernas que pueden dividirse en cuatro clases principales a saber: copulativas, condicionales, causales y casi todas adversativas, ni más o menos, que las conjunciones de la lengua castellana. Pero para no entrar en clasificaciones las designaremos como el tabaco de Ambalema o como los vales de la deuda pública; en criadas de primera, segunda, tercera y cuarta, con sus correspondientes intermedios o intersticios de que el perspicaz lector se hará cargo más allá en sus adentros.
EL ORIGEN DEL NOMBRE DEL CACHACO.
Después de consultar varias fuentes como el Diccionario Académico de la Lengua Española, el periódico El Cachaco dirigido por Florentino González y a Don Rufino José Cuervo termina uno más confundido. El primero dice que es un petimetre o lechuguino; el segundo afirma que es el nombre que recibieron los jóvenes que ayudaron a derrotar a Urdaneta en 1830 y el último lo define como el joven desdeñado en el vestido. Gracias a los amigos y familiares que viven en los maravillosos apartamentos para ancianos o adultos mayores en donde está la sabiduría de lo la historia, encontré la solución al problema. La expresión Cachaco, me dicen, viene de tomar las letras de los siguientes sustantivos: Camisa, Chaleco y Corbata que son las prendas mínimas de uso en la gélida ciudad colonial. Se toman, para esclarecer el misterio, las dos primeras letras de la CAmisa; del segundo, las tres primeras letras, CHAleco y dos del tercero, COrbata Resultado: CACHACO. Si al caminar en su brazo derecho lleva Bastón y en su mano Paraguas, jamás sombrilla, y su inseparable sombrero, hemos encontrado a un Gran Cachaco
LOS BAÑOS PÚBLICOS. ETERNO PROBLEMA.
Vemos a veces unas pobres indias de mantones y faldas azules, que cuando se sienten impedidas al cumplimiento de alguna necesidad natural, sin mirar en torno suyo no preocuparse de que alguien las pueda observar; agacharse sobre la yerba durante breves momentos y, mirando hacia atrás seguir de largo muy tranquilamente. El gobierno municipal contesta: vamos a costear en cada puente dos letrinas públicas, para que el pueblo infeliz tenga en donde practicar sus imperiosas diligencias y así evitar que lo hagan en las calles. Hacia 1854 los dueños de las casas alquilaban las alcobas sin derecho a utilizar los servicios sanitarios. Sólo tenían la posibilidad de satisfacer sus necesidades fisiológicas en las calles, en los lotes vacíos, en las orillas de los ríos o en las deficientes letrinas públicas.