Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:
FELIGRESES Y ESCÉPTICOS
En un Viernes Santo,
Los feligreses prepararon y adornaron
Con telas blancas, rosas amarillas, blancas y rojas,
A esculturas centenarias de santos y cristos,
Para llevarlos en procesión tradicional
Hacia rumbos establecidos y definidos
Por las mismas calles transitables en décadas,
Rezando,
Orando,
Meditando,
Entonando cánticos tristes y solemnes.
Cargueros que llevaban túnicas moradas y negras,
Soldados romanos improvisados como policías,
Niños cargueros voluntarios que llevaban imágenes pequeñas,
Y los acólitos de frente,
Llevando símbolos católicos
Con un instrumento de metal adornado,
Con movimiento de péndulo
Dando aromas de palo santo, inciensos y sahumerios.
Mientras atrás de la imagen escultórico del Santo Sepulcro,
iban caminando a pasos lentos,
Los creyentes en Cristo,
Quienes saben de su vida, muerte y resurrección,
Acompañados por el párroco,
el sacristán y los ministros,
Llevando megáfono a volumen moderado y guitarras acústicas;
Las hermanas marianas llevando sus cirios,
Mientras otros feligreses
portaban trajes de paño oscuro.
La procesión por las angostas calles del barrio histórico
Era interrumpido por una señora de la calle,
Quien, tambaleada,
Gritó a viva voz
La cancelación de la caravana religiosa peatonal,
Porque no le gustaba la religión,
En ese instante,
Era llevada por dos policías,
Quienes custodiaban la conmemoración.
Hacia una biblioteca,
Continuaba la procesión,
Donde era recibida por un joven bohemio,
Quien a gritos decía,
Con aire lujurioso, airado, altanero:
¡Iglesia traicionera!
¡Iglesia bandida!
¡Dios no existe!
Los feligreses omitieron esos lamentos,
Continuando su recorrido
Entre reflexiones,
Oraciones,
Cánticos,
Rezos.
La procesión terminaba en una ermita,
En diminuta plazoleta,
Rodeada de hostales y restaurantes;
Escogida para servir como sepulcro simbólico,
guardando la imagen de un Cristo fallecido,
Ante miradas respetuosas,
Poco sorpresivas,
De vecinos,
Visitantes,
Turistas.
En una esquina del rincón comercial y artesanal,
Estaba una familia
Contemplando ante la venida de la procesión.
Papá, ¿Qué están celebrando ellos?
Preguntaba el niño.
La Semana Santa.
Respondía el joven padre,
Quien, a sus hombros, cargaba.
¿Y qué están cargando?
Insistió curioso el infante.
Falsas imágenes
De personas imaginarias,
Celebrando algo que no es,
Respondió incómodo el progenitor.
Atrás de ellos,
una señora que quería ver con fervor
La procesión religiosa,
Pensaba inconforme:
“Señor maleducado,
Señor grosero,
Me imagino que abandonó su fe,
Pero no soy quien le dirija la palabra.
Que lo juzga Dios, en su santo juicio”.