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Centenario Julio Flórez: una conversación sobre su vida y obra (desde Casa de Poesía Silva)

CONMEMORAMOS LOS 100 AÑOS DE LA MUERTE DEL POETA CHIQUINQIREÑO

Fernando Carrillo Flórez y la periodista Vanessa de la Torre conversarán el próximo martes 7 de febrero a las 6:30 p.m. sobre la vida y obra del poeta nacional Julio Flórez, día en el que se cumplen 100 años de su fallecimiento.

El evento será realizado en el auditorio de la Casa de Poesía Silva: calle 12c # 3 – 41, Bogotá.

Y para las personas que no se encuentre en Bogotá podrán asistir de manera virtual a través del Facebook de la Fundación: https://www.facebook.com/casadepoesiasilva

📖

Les esperamos en el primer gran evento literario y poético del 2023 de la Casa de Poesía Silva.

Calle 12c No 3-41, Bogota DC, 00000, Colombia

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Poema: MALGENIADO, POETA RECICLADO

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

MALGENIADO, POETA RECICLADO

 

Nací sin amor ni comprensión,

Crecí con incompleta educación,

Estuve viviendo en incertidumbre.

Cuando supe que no podía conseguir amistad,

Mi salud resquebrajaba en completa discapacidad.

 

Vi desde mi barrera invisible

Los éxitos logrados de unos,

Las destrezas de dotados,

Las amabilidades, humildes y cordiales de carismáticos.

 

Me dio celos, impotencia, limitación,

Mientras algunos aprovechaban mi deplorable condición

De ser bobo, tonto, manso, pirobo,

Solo para ganar mi amistad

A punta de burlas, molestias, insultos, juegos, abusos,

Mareando sobre mi propio eje.

 

No soporté más,

Exploté en erupción de vapor humano

De los poros de mi piel mestiza,

Mientras revoloteaba y alterada mi cabeza,

Causantes de la deformidad de mi rostro.

 

Violé mis responsabilidades,

Olvidé mis logros,

Amargué mi honestidad,

Castigué mi humildad.

 

Algunos querían ayudarme,

Pero les negué;

Algunos querían apoyarme,

Pero no les escuché;

Otros querían alzar la voz,

Pero les grité ¡No!

Otros querían culparme,

Y falló mi defensa;

Otros amenazaban de cualquier manera a mi vida,

Me quedé en silencio.

 

Estuve solo, destrozado, derrotado;

Perdí mis esperanzas, ilusiones, anhelos, sueños.

Mi vida dependía de algo

Si lo pierdo, seré nada.

 

Soy un poeta reciclado,

Un muñeco de trapo sucio,

Un peón de lavandería

Durante el resto de mi vida.

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Poema: COLEGIALA CON TRAJE DE MARINERO

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

COLEGIALA CON TRAJE DE MARINERO

 

Señoritas humildes

De actitudes alegres,

Ingresaban a instituciones

De secundaria y preparatoria

En el país del Sol Naciente.

 

Cada joven,

Sencilla y tierna

Llegaba a estudiar,

Portando trajes de marinero,

Como boletas de entrada,

Establecidas en tiempos de dominación extranjera.

 

Camisetas blancas de tela suave,

Con cuellos y puños azules o verdes,

Listones de color rojo o azul,

Minifaldas que tocaban delicados muslos,

Medias blancas que alcanzaban a tapar

las relucientes rodillas,

Zapatos negros resplandecientes,

Hacen ver más comunes

en los cinco días de clase por semana,

En edificaciones de arquitectura moderna,

Cuyos sonidos característicos de campanas artificiales

Por los parlantes cercanos de las torres de reloj.

 

Esos trajes de marinero

Marcaron las suaves siluetas,

Atractivas para los occidentales,

Respetuosas por los varones nipones,

En la mayoría de las veces,

Ya que, las bellas plasmadas de las chicas

Imponían sus exigentes características

Ante las terquedades de los chicos.

 

Señoritas atractivas,

Cuyos rostros angelicales

Nunca tendrán maquillaje,

Porque sus claros ojos,

Labios pequeños,

Cabellos oscuros o castaños,

Expresaban sus energías

En querer lograr algo,

En pro de sus seres queridos.

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Poema: CONFÍO MIS PRENDAS EN MANOS EXPERTAS

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

A mi papá Jesús Humberto Quenguan Coral:

CONFÍO MIS PRENDAS EN MANOS EXPERTAS

 

I

 

Pantalones sucios,

Chaquetas percudidas,

Camisas y camisetas manchadas,

Si no tengo lavadora en mi casa,

O la mancha no se quita,

Las llevo a una lavandería,

Para confiar mis prendas

En manos expertas.

 

Lavandería,

Lavaseco,

Limpiaseco,

Nombres diferentes,

Mismo servicio,

Múltiples formas de realizar.

 

II

 

Adentro de la amplia reja abierta,

Vi a dos adultos mayores,

Quienes estaban al frente del mostrador,

De verde, blanco, rojo,

Como imitación de mesa de billar.

 

Amables trabajadores,

Atendían con buen genio y humildad,

Hablando, explicando, charlando, aclarando,

Mostraron a simple vista del cliente,

La limpieza de sus uniformes y delantales,

De tonos pasteles.

 

Dejé mis prendas

A manos ásperas y arrugadas

De quienes anotaban en recibos de pago,

con papel carbón azulado,

En medio del blanco arriba y verde abajo,

Plasmando en letra pegada inentendible.

 

Después de revisar a mis prendas,

Sacaron ambos recibos:

La blanca,

lo guardaron en uno de los bolsillos de una de mis prensas,

La verde,

Me entregan para constar

En que mis prendas quedaron

En manos expertas.

 

III

 

A mis prendas

Los marcaron con marquillas

En retazos de telas blancas,

El número consecutivo del recibo,

Con hilos blancos,

colgaron dichas marquillas

En los huecos para abotonar.

Seleccionaron las prendas

Por orden de color,

Para no mezclar

Entre blancos, oscuros

y rojizos que destillan.

 

La mayoría,

entre poliéster, paño y dril,

Eran escogidos para el lavado a seco,

Con líquido incoloro,

Con olor fuerte

Para eliminar los aromas desagradables.

Con ese líquido,

Refregaban a los bolsillos de cualquier prenda,

Antes de pasarlos

A la máquina de lavado en seco.

 

Otras prendas entre algunos driles y varios jeanes,

Eran lavados en frío del agua,

Por una empleada mestiza,

Descendiente de campesinos de tierras lejanas,

Quien se puso al frente de un lavadero

De piedras y cemento duro,

Para lavarlo con sus propias manos,

Al estilo de las lavanderas,

Sobre las anchas piedras

De los ríos claros y caudalosos.

 

IV

 

Algunas horas pasaron,

Decidieron prender la caldera

En forma de tinaco cilíndrico,

Cuya calentada al vapor

Se hacía con combustible diésel,

Conocido también como ACPM.

 

Ochenta era el número clave para el vapor subido,

La empleada, alzando sus arrugadas manos,

Botó el agua acumulado del día anterior,

Para dejar salir todo el vapor.

Prendió la secadora del compacto,

Subiendo un botón,

Girando otro botón;

Escogió una tanda de diez piezas,

Mientras la secadora giraba

En sentido de las manecillas del reloj,

Para depositar la tanda,

Para girar,

Para secar.

 

V

 

Después del duro lavado en frío

Las prendas fueron extendidas para escurrirlas

En un burro galvanizado

En la parte lateral del lavadero.

 

Luego, las sacaba

Para dejarlas en un tarro cilíndrico

De azul plástico resistente,

Para arrastrarlo con las fuerzas de sus brazos

Hacia la máquina centrífuga,

Donde a cada prenda

Lo extiende,

Lo envuelve,

Como pitas gruesas.

Con tal de que la extractora de agua

No bailara,

No tambaleara,

No golpeara.

 

La centrífuga, con sus caballos de fuerza,

Con el sonido característico de un automóvil en autopista,

Giraba en sentido contrario

De las manecillas del reloj,

Saliendo agua del tubo galvanizado

a una de las tantas canecas plásticas

Que sirvieron antes como galones de pintura.

 

VI

 

Sacada de manera ágil y delicada,

La primera tanda de ropa seleccionada

De la máquina secadora

A más de sesenta grados,

La empleada verificaba

Lo seca que estaba cada prenda,

mientras el prensista de más de setenta años

Lo cogía con sus manos,

Pasarlos sobre su brazo izquierdo

Y llevarlos,

Para dejar encima de una caja rectangular,

De madera pulida, color ocre,

Para luego, sacar el agua del tubo de vapor

A un balde aguamarina,

Prender el vacío

Y funcionar la plancha

En forma de boca abierta,

Acomodada con telas forradas

De azul real intenso.

 

Sostuvo la prenda,

Para presionar con la plancha,

Con pedal, sacó la mayor cantidad de vapor

Mientras, su rostro enrojecía

Como tomates vendidos en plazas de mercado,

Sin dejar de concentrar su labor.

Sacó la prenda templada,

Como papel plano impresa,

Para que el mismo prensista lo colgara

En ganchos de plástico, de negro fúnebre,

Para dejarlos a merced

De la empleada del almacén,

para el acople de numerosos consecutivos,

Marcados en las prendas.

 

VII

 

Prendas seleccionadas,

Ropas separadas,

Trajes acoplados,

Paquetes embolsados

De plásticos cubre pantalones,

De plásticos cubre vestidos,

Para pinchar los recibos

A punta de alfileres.

 

Después del acople,

Cada paquete era almacenado

En forma lineal de números consecutivos,

Desde el más antaño, hasta el más reciente,

Para ubicar junto con los tipos de ropa:

Pantalón con pantalón,

Chaqueta con chaqueta,

Vestidos con vestidos,

Camisetas, buzos, blusas,

Overoles de trabajo manchado,

Cobijas con cubre lechos,

Tenis con zapatillas

Y el resto,

los mixtos de ropa de más gusto del cliente,

En los burros de hierro

Que los sostuvieron

Las veinticuatro horas del día,

Los siete días de la semana,

Los doce meses del año.

 

VIII

 

Al siguiente día,

Apresurado, llegué a la lavandería,

Con sudadera puesta,

Llevando el recibo verde

Para quedarme al frente del mostrador,

Transitado de bichitos sin hogar,

Para avisar mi presencia,

Con un saludo a viva voz.

 

La señora me recibió

Mostrando su sincera sonrisa,

Para entregar el recibo doblado,

Al ver, la almacenista vio el recibo,

Para que lo buscara en el almacén de ropa,

Para que divisara el consecutivo,

Para que sacara el paquete,

Para regresar el mostrador,

Para mostrarme el resultado del proceso

De lavado y secado de las prendas

En manos expertas.

 

Revisé mi ropa,

Limpia, pulcra, planchada, bien tratada,

Saqué el dinero de mi pantalón dril suave,

Entregué a la señora en frente del mostrador,

Como pago por el servicio,

Saqué mi ropa colgada en ganchos plásticos,

Envueltos por bolsas plásticas transparentes cubre vestidos,

Agradecí sonriente,

Ella me devolvió con su humilde sonrisa.

 

Salí del establecimiento,

Sin saber que el dueño, el prensista

No aparecía más,

Al lugar de sus esfuerzos,

Donde confío mis prendas

En manos expertas.

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Poema: MILENIO DE PLATA

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

MILENIO DE PLATA

 

En mi travesía

De caminos de piedra y polvareda,

Encontré un campo de flores,

Distintas del lugar donde vine.

 

Al contemplar dicha plantación,

Decidí tocarlas con las yemas de mis dedos,

Recordando aquellas estrellas fulgurantes

Pasando por río lácteo,

Formando la figura

De aquella fémina silueteada

Que me hizo entristecer

Cuando tenía la esperanza de conquistar

El mundo mágico

De cristales plateados

Que quería proteger.

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Poema: COMPAÑERA

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

COMPAÑERA

 

Vivir en compañía de alguien

Es vivir con algo desconocido,

Es persuadir mis acciones

Para vulnerar lo bendecido.

 

Puedo ayudar, tolerar, participar,

Mas no entender

Los sentires y pensares

De mi compañera.

 

Llega un momento

En que nuestros mares tranquilos

Se alteren con cualquier movimiento,

Como el agite brusco

De las hélices de barcos,

Sin rumbos trazados.

 

La persona de compañía

Quiere que me comporte

Como quiera que obedezca,

Pero no puedo.

 

Tengo escazas fuerzas

Para obedecer mandatos,

Solo realizo mis pocas experiencias

Para mantener mi proyecto de vida.

 

 

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Poema: NATURALEZA HUMANA

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

NATURALEZA HUMANA

 

Somos humanos,

Somos seres racionales,

somos seres con sentidos,

Somos seres con sentimientos,

Somos seres frágiles,

Somos seres sensibles.

 

Somos humanos,

vivimos como animales,

Vivimos consumiendo recursos naturales,

Vivimos con nuestras fortalezas y debilidades.

 

Somos humanos,

Hechos de carne,

Huesos,

neuronas,

Células,

Sangre,

Agua;

Materias diferentes.

Materias desconocidas,

Almas indescifrables.

 

Es naturaleza de cada hombre y mujer:

Manifestar ideas,

Expresar ideas,

Respetar ideas,

Tolerar ideas,

Imponer ideas,

Destruir ideas.

 

Es naturaleza de cada hombre y cada mujer:

Tomar vocería de los demás,

Siempre y cuando ellos y ellas

Llegan con sus decisiones

En búsqueda de comunes acuerdos.

 

¿Cómo diré que somos humanos,

si no represento a la humanidad?

 

Difícil,

No estoy en épocas románticas

De pocos habitantes,

Estoy en épocas turbulentas

De aumentos exagerados

De pensares impostores.

 

Soy diferente de los demás

En mi pensar,

En mi sentir,

En mi manera de comportar,

En mi manera de expresar.

 

Pero cada hombre y cada mujer

No escucha,

No tolera,

No respeta,

No comprende,

Siempre interpreta,

Siempre exagera,

Siempre juzga

Ante mis acciones y pensares.

 

¿Cómo entender a la naturaleza?

Si cada hombre y mujer

Impone,

Defiende,

Acusa,

Altera.

 

Aquellos tiempos

De convivencia con el ecosistema

Con el respeto hacia seres vivos

Con dejar el respiro al planeta vivo,

No quedaba rastro,

Sólo aquellas literaturas,

Cuyas nostalgias hacen que cada hombre y mujer

Añora,

Recuerda,

Imagina;

Generando nostalgia,

Tristeza,

Desolación,

Frustración.

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Poema: VENDEDOR DESCARADO

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

VENDEDOR DESCARADO

 

Me ofrece un producto,

Me ofrece un servicio,

Le creo desconfiado.

 

Su sonriente rostro

Refleja ilusión,

Si accedo a sus palabras

De convicción comercial.

 

Sigo desconfiado,

Analizo su producto,

Verifico su servicio.

 

Su rostro poco a poco cambia

A algo angustiante,

Ejerciendo presión para que lo adquiriera.

 

El vendedor incentiva

Con palabras inventadas y dramatismo callejero

Que sólo entiende

Su propia sombra.

 

No me interesa el producto,

No quiero tomar el servicio

Algo salió defectuoso

Que el vendedor oculta.

 

Digo no quiero comprar,

Manifiesto no tomar,

Al rostro del vendedor

Crece su enardecimiento como mercurio,

Mostrando su instinto animal,

Del cual no puede controlar.

 

Me entristece su descaro,

Digo gracias,

Saco mi cuerpo.

El descaro se convierte en lamento.

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Poema: EL CLIENTE NO TIENE LA RAZÓN

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

 

EL CLIENTE NO TIENE LA RAZÓN

 

Digan lo que digan,

Enseñen lo que enseñen,

El cliente no tiene la razón.

 

El cliente tiene sentimientos, mientos

El vendedor tiene sentires,

El cliente tiene pensamientos, mientos

El vendedor tiene pensares,

El cliente tiene mandamientos, mientos

El vendedor obedece mandatos.

En tiempos de comercio brutal,

De economías estresantes.

 

El cliente compra, exige, ordena,

Molesta, cansa, joda.

Nunca entenderá lo que es un ser vivo

Frente a un vendedor,

Que, a pesar de estar preparado,

No puede contener

Frente a exigencias exageradas.

 

En un negocio no se puede pelear

Cuando el cliente tiene dinero

Pero ¡hay de aquel!

Quién dirige sus improperios

Frente a la humilde creatividad del vendedor.

 

Al vendedor duele

Cuando no satisface al cliente,

Quebrantaba ánimos,

Levantaba inseguridades,

Descontrolaba racionalidades,

Culpaba a los cuatro vientos.

 

En un negocio gana el dinero,

Mientras vendedores agarraban a los clientes,

Mientras clientes agarraban a los vendedores

En batallas verbales sin fin

De un círculo vicioso económico.

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Poema: FELIGRESES Y ESCÉPTICOS

Del poemario NATURALEZA HUMANA, POETA RECICLADO de Juan Carlos Quenguan:

 

FELIGRESES Y ESCÉPTICOS

 

En un Viernes Santo,

Los feligreses prepararon y adornaron

Con telas blancas, rosas amarillas, blancas y rojas,

A esculturas centenarias de santos y cristos,

Para llevarlos en procesión tradicional

Hacia rumbos establecidos y definidos

Por las mismas calles transitables en décadas,

Rezando,

Orando,

Meditando,

Entonando cánticos tristes y solemnes.

 

Cargueros que llevaban túnicas moradas y negras,

Soldados romanos improvisados como policías,

Niños cargueros voluntarios que llevaban imágenes pequeñas,

Y los acólitos de frente,

Llevando símbolos católicos

Con un instrumento de metal adornado,

Con movimiento de péndulo

Dando aromas de palo santo, inciensos y sahumerios.

Mientras atrás de la imagen escultórico del Santo Sepulcro,

iban caminando a pasos lentos,

Los creyentes en Cristo,

Quienes saben de su vida, muerte y resurrección,

Acompañados por el párroco,

el sacristán y los ministros,

Llevando megáfono a volumen moderado y guitarras acústicas;

Las hermanas marianas llevando sus cirios,

Mientras otros feligreses

portaban trajes de paño oscuro.

 

La procesión por las angostas calles del barrio histórico

Era interrumpido por una señora de la calle,

Quien, tambaleada,

Gritó a viva voz

La cancelación de la caravana religiosa peatonal,

Porque no le gustaba la religión,

En ese instante,

Era llevada por dos policías,

Quienes custodiaban la conmemoración.

 

Hacia una biblioteca,

Continuaba la procesión,

Donde era recibida por un joven bohemio,

Quien a gritos decía,

Con aire lujurioso, airado, altanero:

¡Iglesia traicionera!

¡Iglesia bandida!

¡Dios no existe!

Los feligreses omitieron esos lamentos,

Continuando su recorrido

Entre reflexiones,

Oraciones,

Cánticos,

Rezos.

 

La procesión terminaba en una ermita,

En diminuta plazoleta,

Rodeada de hostales y restaurantes;

Escogida para servir como sepulcro simbólico,

guardando la imagen de un Cristo fallecido,

Ante miradas respetuosas,

Poco sorpresivas,

De vecinos,

Visitantes,

Turistas.

 

En una esquina del rincón comercial y artesanal,

Estaba una familia

Contemplando ante la venida de la procesión.

Papá, ¿Qué están celebrando ellos?

Preguntaba el niño.

La Semana Santa.

Respondía el joven padre,

Quien, a sus hombros, cargaba.

¿Y qué están cargando?

Insistió curioso el infante.

Falsas imágenes

De personas imaginarias,

Celebrando algo que no es,

Respondió incómodo el progenitor.

Atrás de ellos,

una señora que quería ver con fervor

La procesión religiosa,

Pensaba inconforme:

“Señor maleducado,

Señor grosero,

Me imagino que abandonó su fe,

Pero no soy quien le dirija la palabra.

Que lo juzga Dios, en su santo juicio”.

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