Desde El Espectador de Colombia publican el siguiente artículo:
Sobre las grietas del café (Relatos del terremoto del eje cafetero)
Presentamos un especial con motivo de los 20 años del terremoto de Armenia y adyacencias. Cinco textos que relatan el momento de la tragedia y los años posteriores, dan cuenta de un ejercicio de memoria sobre un acontecimiento que marcó la historia del eje cafetero. Acá, una síntesis de lo ocurrido.
Los ejecutivos estaban en su hora de almuerzo; los obreros cumplían con su siesta recostando su cuerpo en el pasto, a la sombra del sol, utilizando sus loncheras como almohadas. Los niños almorzaban con sus familias y otros tantos se habían retrasado porque debían cumplir con sus respectivas entregas. Los noticieros hablaban del gobierno de Pastrana y de los partidos del campeonato colombiano la noche anterior. La tierra no tuvo clemencia y mucho menos espera. A todos los agarró por sorpresa. Un terremoto de 6,2 en la escala de Richter hizo rugir el interior de la tierra con furia. Las paredes se cuarteaban. Armenia era un péndulo que no dejaba de balancearse de lado a lado, cada oscilación era el anuncio de un final atroz. Los sueños de muchos se desmoronaron como sus casas.
Fueron 28 segundos de un temblor que duró una eternidad. 1.171 muertos, 4.765 heridos, 94.386 casas damnificadas hablan de ese 75% de la población que resultó afectada por la catástrofe y que al sol de hoy sigue escarbando en los escombros de la memoria y en los relatos quebrantados que reconstruyen aquella ciudad en la que surgen las semillas de nuestro café…
Eran las 5:40 p.m., pasaron cuatro horas y 21 minutos desde aquel terremoto. La tierra se sacudía otra vez pero con menos intensidad. Fue un segundo golpe que terminó por sepultar a quienes aún gritaban debajo de los ladrillos que opacaron el sol y que erigieron un espacio a la oscuridad, el desespero y la agonía.
Ese lunes 25 de enero fue desolación y perplejidad. La sede de la Defensa Civil, el Comando de la Policía de Quindío y la estación de Bomberos se fueron al piso. Los organismos de rescate no tuvieron tiempo, ni siquiera, de rescatarse a ellos mismos…
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